viernes, 8 de enero de 2010

Un descafeinado,porfavor.


Otra tarde de domingo acompañada por el sonido de la lluvia y los susurros del viento
decidí encomendar mis pasos al destino.
Y como toda triste y lluviosa tarde de domingo me dirigí al café Gijón. Suelo culpar al destino
de obligar a mis pies marchar en dicha dirección, pero sería cruel otorgarle el peso de aquel duro
crimén, siendo obvia la real causa.

Sequé mis pies y me deslicé por la entrada. Colgé mi gabardina y mi sombrero con sumo cuidado en el
enorme perchero y di un paso adelante.
Segundos después intente eludir su mirada, pero hay cosas que a uno el corazón no le permite.

Ahí estaba de nuevo ella, la real causa por la cual mis piernas bailaban hacia el olvidado cafe
bajo la lluvia todos los días. Ella, sentada en una mesa, sola, con su estrecho vestido rojo, con sus largos guantes
negros... Era pura elegancia y sensualidad. Aquel lunar cercano a su boca, aquellos rizos de oro que
se dejaban entrever de vez en cuando bajo el humo de su cigarrillo.

Me senté en una mesa algo más centrada que la suya y pedí mi descafeinado. Siempre elegía ese sitio.
Ya que desde allí podía escuchar como tarareaba aquella bella canción, con su voz aterciopelada, me
deleitaba con la vie en rose cada fin de semana lluvioso.

Pero como todo domingo me pregunté el porqué de tararear esa canción, que trataba de amor, si siempre
se encontraba sola, con su mirada fría y distante, al acecho ante cualquier hombre, con su cigarrillo
y su boquilla nublando el ambiente...

Y como todos los domingos llegaba a la misma inconclusión, no conseguía encontrar la sálida de
aquel complejo laberinto de ojos negros. Me preguntaba acerca de su pasado, de quién pudo habitar
en aquel obsoleto corazón...

Aquella mujer era completamente distinta, perturbadora, era un historia difuminada cubierta por una
capa helada que me impedia rotundamente la entrada, era incluso un reto para un Don Juan como yo.

3 comentarios:

Vértigo dijo...

Me encaaaaaaaaaaaanta. Es genial.
Jo-der, pues espero que dure muucho más, qué sois admirablemente admirables, jó (:

Alía Mateu dijo...

Los domingos son raros, mucho. Tanto que me encantan.

Marina Feduchy dijo...

Domingos melancólicos tras lluvias pasajeras.
El café Gijón.. Eso no te lo has inventado, que eso existe. O existía. Vete tú a saber.

Tú eres estupidamente contagiosa. No sabes cuanto. Y quiero verte. Con tu pop unas horas. I need to talk with you.. (L)

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