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Ahora que lo pienso la idiotez debe ser eso: poder entusiasmarse todo el tiempo por cualquier cosa que a uno le guste, sin que un dibujito en una pared tenga que verse menoscabado por el recuerdo de los frescos de Giotto en Padua. La idiotez debe ser una especie de presencia y recomienzo constante: ahora me gusta esta piedrita amarilla, ahora me gusta "L'année dernière à Marienbad", ahora me gustas tú, ratita, ahora me gusta esa increíble locomotora bufando en la Gare de Lyon, ahora me gusta ese cartel arrancado y sucio. Ahora me gusta, me gusta tanto, ahora soy yo, reincidentemente yo, el idiota perfecto en su idiotez que no sabe que es idiota y goza perdido en su goce, hasta que la primera frase inteligente lo devuelva a la conciencia de su idiotez y lo haga buscar presuroso un cigarrillo con manos torpes, mirando al suelo, comprendiendo y a veces aceptando porque también un idiota tiene que vivir, claro que hasta otro pato u otro cartel, y así siempre.

Pas.

¡Buenos días princesa! Nadie ha soñado contigo en noches, ya no te llevaba al cine, y tú no llevabas un precioso vestido, y mucho menos rosa. Ya no piensa solo en ti princesa, no piensa en ti…

Se te acabaron esos besos en los que te tiemblan los huesos, ya ni los atardeceres de octubre te ayudan a latir porque tú sabes que Nadie te prometió París.

La vie n’est pas rose, princesa.

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Pequeña tigresa blanca.

Amanece.

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Buenos días princesa, he soñado toda la noche contigo, íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto, solo pienso en ti princesa, pienso siempre en ti.

¿Me comprarás París?

Dedico demasiado a imaginar que estas conmigo.

Te mueres por encontrar olor a mandarinas de nuevo en tus sabanas. Una noche, una canción, materializar la sensación, y ¿sentir?. Solo quiero perderme, matar minutos, verme subir, y caer. Solo busco lo que todos necesitamos. No quiero más frío aquí (dentro), me congelo.

November

Noviembre es veneno. Me quema. Esta vez sola. No acaba.
Frío, frío, frío...
¿Y el amor?

Lo siento, no siento.